La suerte en el ajedrez (V)
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La suerte en el ajedrez (V)
En el ajedrez competitivo, el azar cobra muchas formas. Una de las más arbitrarias es el sorteo del cuadro del torneo, el "draw". Se tiene muy mala suerte si nos tocan los más fuertes al comienzo, porque empezar perdiendo no es un buen tónico para entrar en calor y ritmo. Otra desgracia (aleatoria) es cuando al jugador le toca jugar contra varios rivales fuertes sucesivamente, uno tras otro. Una cosa es enfrentar a Anand y luego a saurau, otra muy distinta enfrentar a Anand y luego a Ivanchuk.
Esto es lo que ocurrió en el célebre Linares de 1994, asociado para toda la eternidad con el áureo nombre de Karpov, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. Acá se aplica ejemplarmente lo que sostenía Capablanca: El buen jugador siempre tiene suerte.
Cuando Kasparov comenta aquel éxito histórico de su archi-rival, no puede con su orgullo y explica que a Karpov le tocaban todos los que, en la ronda previa, habían pasado por él, el genio de Bakú. Está claro el reproche: Karpov recibía a los supervivientes maltrechos o a los cadáveres que salían en camilla de las batallas previas. Para Kasparov su enemigo íntimo tuvo suerte, y eso explica (en parte) su sensacional triunfo. Además, en otra oportunidad señaló que muchos cometieron errores estúpidos ante Karpov, cuando a él, en la ronda anterior, le habían jugado sólidamente. De nuevo, calificó a ese hecho de "suerte".
Vale recalcar no sólo la buena racha de Karpov en ese torneo, sino el infortunio de Kasparov y, por sobre todo, el de los demás jugadores: ¡tener que jugar primero con Kasparov y en la ronda siguiente con Karpov! Maldades del azar.
Pero Karpov nunca negó estas acusaciones. Admitió que sí, que la suerte lo había ayudado. Estuvo de acuerdo en que muchas partidas las ganó por milagro, debido a errores impensados de los rivales, o por apuros de tiempo, donde todo se decide a la marchanta...
En un reportaje publicado por ChessBase, Karpov resume su opinión acerca de la suerte en el ajedrez:
"Entrevistador: ¿Cree usted en el elemento «suerte» tratándose del ajedrez?
Karpov: Sí. Y especialmente en el juego de un alto nivel, puede darse la fatalidad en ajedrez. Sin embargo, uno puede y debe luchar contra la suerte y la fatalidad."
Yo no sé si Karpov luchó contra la fatalidad en aquel Linares, más bien al revés: practicó surf sobre la ola de fatalidad que ahogó a los demás. Pero, en su descargo, hay que recordar que aquella vez jugó muy agresivamente, con mucho ingenio, estilo Carlsen. Da gusto ver que Karpov casi no cambiaba piezas: rehusaba los cambios para desembocar en posiciones cada vez más difíciles. Tenía una confianza en sí mismo tremenda.
Los sorteos de cuadros eliminatorios son muy del gusto del maldito azar. Recuerdo algo que le pasó a Judit Polgar en varios ciclos del Candidatura: en la primera fase (eliminatoria) le tocaba siempre un match contra Kramnik... Ella contó que hasta hoy no ha podido encontrarle la vuelta al juego de Kramnik. Podría haber llegado muy lejos en el Candidatura si el azar la hubiera dejado un poco en paz. Ya demostró que podía ganarle a otros "candidatos" (Topalov, Anand, Shirov, Karpov, Salov, Kamsky...), pero a Kramnik nunca pudo ni rasguñarlo. Por eso, es demasiada mala suerte que la urna la condene a ser eliminada de pronto, sin darle chances para esa necesidad deportiva que es el ir "de menos a más".
Termino la 5ª parte de este dossier con mi anécdota sobre Teo:
Una vez, le acepté el reto a un tal Teo (15+5 o algo así). Se trata de un hombre mayor, doctor en filosofía, que hace milagros con el reloj (sí, no sé cómo se las arregla para poder seguir jugando cayendo su reloj una y otra vez al cero absoluto. ¡Su reloj llega a 0:00 y, cuando esperamos los aplausos para nosotros, Teo revive, teniendo otros 10 segundos, así una y otra vez!). Me toca con blancas. La partida es breve: lo pongo contra las cuerdas apenas salimos de la apertura. Acá debo señalar un detalle curioso, por no decir truculento: Lo mañana de ese día, yo había estado resolviendo problemas de ajedrez, concretamente: mates en 2 y 3. Los solucionaba sin dificultad, y cuando eso ocurre, no me siento tan tonto como de costumbre. Pues bien, a Teo lo pongo en situación de mate en 2 en pleno medio juego. Veo todo: es simple. Pero ¿qué ocurrió? Yo mismo tuve que preguntármelo minutos después, cuando el doctor en filosofía recibía aplausos. Vi el mate en 2 y... No lo di. Busqué una explicación, insisto, y acá va lo poco que mi desesperación pudo encontrar: Después de ver el mate en 2, se me ocurrió mirar la fotito de mi rival, de ése que estaba a punto de morir. Ya dije que es un hombre mayor, pero no mencioné su expresión lánguida, boquiabierta, como de chamán en trance mediúmnico. Me recordó a cierto personaje que aún radica en una parte de mi pasado que embalé con abundante papel madera, y a la que le escribí en rojo el cartel "Olvidar". ¿Habrá sido eso? El asunto es que perdí, y al cerrar la ventana, le escribo a Teo en el chat general: "¡No puede tener tanta suerte, Teo" y "¡Vaya al casino, Teo! ¡Aproveche! ¡Se hará rico!" Por supuesto, negó todo, se indignó. Y aprovechó para ponerme en la lista de ignorados.
Realmente, la fortuna tiene que enamorarse de uno para zafar de una situación así, contra alguien que nos ha sacado amplia ventaja en la partida, que tiene mate en 2 a su favor, y que, vayan casualidades, ¡ha estado practicando problemas de ajedrez por la mañana! ¿Qué probabilidades hay de ganar una partida en esas condiciones? No tengo a mano mi Casio científica, pero se me ocurre que una en un billón es poco decir... Teo, aún le digo: cuando eso se repita, vaya al casino, o cómprese un boleto de lotería. ¡Ningún otro chamán desaprovecharía semejante buena racha!
Nos vemos en la parte VI.
Esto es lo que ocurrió en el célebre Linares de 1994, asociado para toda la eternidad con el áureo nombre de Karpov, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. Acá se aplica ejemplarmente lo que sostenía Capablanca: El buen jugador siempre tiene suerte.
Cuando Kasparov comenta aquel éxito histórico de su archi-rival, no puede con su orgullo y explica que a Karpov le tocaban todos los que, en la ronda previa, habían pasado por él, el genio de Bakú. Está claro el reproche: Karpov recibía a los supervivientes maltrechos o a los cadáveres que salían en camilla de las batallas previas. Para Kasparov su enemigo íntimo tuvo suerte, y eso explica (en parte) su sensacional triunfo. Además, en otra oportunidad señaló que muchos cometieron errores estúpidos ante Karpov, cuando a él, en la ronda anterior, le habían jugado sólidamente. De nuevo, calificó a ese hecho de "suerte".
Vale recalcar no sólo la buena racha de Karpov en ese torneo, sino el infortunio de Kasparov y, por sobre todo, el de los demás jugadores: ¡tener que jugar primero con Kasparov y en la ronda siguiente con Karpov! Maldades del azar.
Pero Karpov nunca negó estas acusaciones. Admitió que sí, que la suerte lo había ayudado. Estuvo de acuerdo en que muchas partidas las ganó por milagro, debido a errores impensados de los rivales, o por apuros de tiempo, donde todo se decide a la marchanta...
En un reportaje publicado por ChessBase, Karpov resume su opinión acerca de la suerte en el ajedrez:
"Entrevistador: ¿Cree usted en el elemento «suerte» tratándose del ajedrez?
Karpov: Sí. Y especialmente en el juego de un alto nivel, puede darse la fatalidad en ajedrez. Sin embargo, uno puede y debe luchar contra la suerte y la fatalidad."
Yo no sé si Karpov luchó contra la fatalidad en aquel Linares, más bien al revés: practicó surf sobre la ola de fatalidad que ahogó a los demás. Pero, en su descargo, hay que recordar que aquella vez jugó muy agresivamente, con mucho ingenio, estilo Carlsen. Da gusto ver que Karpov casi no cambiaba piezas: rehusaba los cambios para desembocar en posiciones cada vez más difíciles. Tenía una confianza en sí mismo tremenda.
Los sorteos de cuadros eliminatorios son muy del gusto del maldito azar. Recuerdo algo que le pasó a Judit Polgar en varios ciclos del Candidatura: en la primera fase (eliminatoria) le tocaba siempre un match contra Kramnik... Ella contó que hasta hoy no ha podido encontrarle la vuelta al juego de Kramnik. Podría haber llegado muy lejos en el Candidatura si el azar la hubiera dejado un poco en paz. Ya demostró que podía ganarle a otros "candidatos" (Topalov, Anand, Shirov, Karpov, Salov, Kamsky...), pero a Kramnik nunca pudo ni rasguñarlo. Por eso, es demasiada mala suerte que la urna la condene a ser eliminada de pronto, sin darle chances para esa necesidad deportiva que es el ir "de menos a más".
Termino la 5ª parte de este dossier con mi anécdota sobre Teo:
Una vez, le acepté el reto a un tal Teo (15+5 o algo así). Se trata de un hombre mayor, doctor en filosofía, que hace milagros con el reloj (sí, no sé cómo se las arregla para poder seguir jugando cayendo su reloj una y otra vez al cero absoluto. ¡Su reloj llega a 0:00 y, cuando esperamos los aplausos para nosotros, Teo revive, teniendo otros 10 segundos, así una y otra vez!). Me toca con blancas. La partida es breve: lo pongo contra las cuerdas apenas salimos de la apertura. Acá debo señalar un detalle curioso, por no decir truculento: Lo mañana de ese día, yo había estado resolviendo problemas de ajedrez, concretamente: mates en 2 y 3. Los solucionaba sin dificultad, y cuando eso ocurre, no me siento tan tonto como de costumbre. Pues bien, a Teo lo pongo en situación de mate en 2 en pleno medio juego. Veo todo: es simple. Pero ¿qué ocurrió? Yo mismo tuve que preguntármelo minutos después, cuando el doctor en filosofía recibía aplausos. Vi el mate en 2 y... No lo di. Busqué una explicación, insisto, y acá va lo poco que mi desesperación pudo encontrar: Después de ver el mate en 2, se me ocurrió mirar la fotito de mi rival, de ése que estaba a punto de morir. Ya dije que es un hombre mayor, pero no mencioné su expresión lánguida, boquiabierta, como de chamán en trance mediúmnico. Me recordó a cierto personaje que aún radica en una parte de mi pasado que embalé con abundante papel madera, y a la que le escribí en rojo el cartel "Olvidar". ¿Habrá sido eso? El asunto es que perdí, y al cerrar la ventana, le escribo a Teo en el chat general: "¡No puede tener tanta suerte, Teo" y "¡Vaya al casino, Teo! ¡Aproveche! ¡Se hará rico!" Por supuesto, negó todo, se indignó. Y aprovechó para ponerme en la lista de ignorados.
Realmente, la fortuna tiene que enamorarse de uno para zafar de una situación así, contra alguien que nos ha sacado amplia ventaja en la partida, que tiene mate en 2 a su favor, y que, vayan casualidades, ¡ha estado practicando problemas de ajedrez por la mañana! ¿Qué probabilidades hay de ganar una partida en esas condiciones? No tengo a mano mi Casio científica, pero se me ocurre que una en un billón es poco decir... Teo, aún le digo: cuando eso se repita, vaya al casino, o cómprese un boleto de lotería. ¡Ningún otro chamán desaprovecharía semejante buena racha!
Nos vemos en la parte VI.
saurau- Cantidad de envíos : 488
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Re: La suerte en el ajedrez (V)
Para que vean: Se está por jugar el London Chess Classic 2012 (en diciembre), y ya se sorteó el cuadro del torneo. Entre un montón de grandes maestros, juega Judit Polgar. ¿Contra quién le toca jugar en la primera ronda? ¡Contra Kramnik! Pobre mujer, qué mala suerte.
saurau- Cantidad de envíos : 488
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