Un error triste

Cuando Pablo Zarnicki ganó el campeonato mundial juvenil, lo entrevistaron y una de las preguntas fue si para jugar ajedrez de alto nivel hay que ser muy inteligente. Contestó que no, porque el ajedrez no es tanto un juego de inteligencia como de control de nervios, concentración, paciencia, etc. Me acordé de eso cuando en YouTube me topé con este clip:



Aquí se ve cómo el GM alemán Georg Meier, con suma tranquilidad, comete un error infantil, de los que es raro ver incluso entre nosotros, los maletas. Fue un error tan grosero, que su rival, Vladimir Akopian, ni siquiera necesitó mover para llevarse el punto: firmaron las planillas ahí mismo.

Está claro que la música está puesta por encima, cuando se editó el video. ¡Hubiera estado bueno que sonara en tiempo real, a través de los parlantes de la sala de juegos! Hay que pensar en los espectadores y en brindar un buen espectáculo, así que no hubiera estado mal...

Por lo que intuyo, Meier fue víctima del conocido "traspapeleo". Uno piensa largamente una secuencia de jugadas, supongamos: Cf3, seguido de hxg4, y luego la fuerte De4+. Ve la secuencia en la mente, y está todo OK. Así que procede: De4+??, y pierde la dama. Es como si la mano se adelantara en la secuencia, salteándose las jugadas previas... Un espanto.

Es lo mismo que pasa en la vida real, cuando ideamos durante días enteros el "verso" que le haremos a una mujer para conquistarla, pero que al tenerla por fin cara a cara, en vez de hablarle de sus bellos ojos y de su aguda inteligencia ( ), nos apresuramos sin querer y saltamos directamente a la parte donde la invitamos a ir detrás de los yuyos...

Al fin y al cabo, uno se cuelga la dama siempre, tanto en el tablero como en la vida amorosa...

Ufff, eso pasa hasta en las mejores familias

bueno.....a quien no le ha pasado???? todos cometemos errores

A mí me divierten esos errores que uno comete sin darse cuenta. Por ejemplo, el rival nos tiene bajo mucha presión, nos acorrala. De pronto, tras un cambio de piezas complicado, la situación se nos alivia bastante, nos sentimos liberados, y nos decimos: bueh, ya pasó la tormenta, ¡zafé! Seguimos jugando, pero ahora con tranquilidad, hasta que cinco o seis jugadas después notamos que nos falta una pieza. ¿Y el caballo? ¿Qué le pasó? Y es ahí cuando caemos en la cuenta: hemos cometido un grosero error de cálculo en aquel maldito intercambio de golpes, y desde entonces estamos perdidos pero sin saberlo...