Fenómeno muy, muy curioso

Con una frecuencia cada vez mayor soy testigo de un fenómeno muy curioso. Uno le da click a un reto, surge la ventana con el tablero, y si nos ha tocado las blancas, hacemos de inmediato nuestro primer movimiento. Pero he aquí que este primer movimiento sumerge al rival en profundos, abismales pensamientos, a decir por la prolongada cantidad de tiempo que tarda en realizar su primera jugada. Y si las blancas le tocaron a él, no mueve, y por ende nos quedamos a la espera.
Cierta vez, Karpov tardó 45 minutos en hacer la primera jugada ante Kasparov. Uno de los hechos más raros del ajedrez. Pero algo similar ocurre constantemente en los servers de ajedrez online, sólo que a escala reducida en cuanto a la calidad del jugador, y, habida cuenta de las condiciones "virtuales" del juego, siendo muy extenso el terreno para sembrar sospechas...
Mi política al respecto es drástica: si el otro tarda en hacer su primera jugada, cancelo de inmediato y cierro la ventana, sin saludar siquiera.
Qué pienso que hay por detrás de esta curiosa tardanza, eso me lo reservo. Tampoco doy nombres. Sólo anotaré aquí algunas hipótesis deliberadamente capciosas, porque los quiero hacer reír, o rabiar, según el caso:
1. El rival manotea desesperado los libros de Ludek Pachman, buscando el tomo adecuado, y luego el capítulo adecuado, luego la variante adecuada, y luego la subvariante adecuada... Mientras tanto, las velas empiezan a chisporrotear;
2. En su iPod (¿estoy desactualizado, no? ¿qué hay ahora, cómo se llaman los nuevos juguetes?) debe cambiar los colores, o iniciar una nueva partida, o indicarle al motor el nuevo ritmo de juego... En fin: preparar todo lo necesario para una lucha honesta y respetuosa del fair play;
3. No encuentra el teléfono de Nakamura. "¿Dónde lo dejé anotado? ¿En la H de Hikaru? ¿En la P de ponja? ¿En Teléfonos de Urgencia? ¡Ay, ay, voy a perder!";
4. Nada de eso: no mueve para ponernos nerviosos, a lo Karpov;
5. Admira al compositor John Cage y su famosa pieza 4'33'', donde el concertista se sienta ante el piano, extiende ante sí la partitura, posa sus manos sobre las teclas y, contra toda expectativa, no toca nada en absoluto durante cuatro minutos treinta y tres segundos, para escándalo del público;
6. Es un agente de bolsa, o un apostador. En vez de ponerse a jugar y dejarse de especulaciones temerosas, corre hacia el menú "Buscar jugador", para ver la puntuación del rival, no sea cosa de agarrarlo en una racha ganadora...;
7. Abre el Manual del Control de Relojes y la Guía del Perdedor Ganador, ambos de luf***ca, famoso brujo posedor de poderes mágicos, que le permiten enloquecer relojes y llevarse el punto habiendo perdido desde todo punto de vista;
8. Sabe tan poco de ajedrez que ignora que las piezas, en algún momento, deben abandonar su casilla inicial;
9. Lo mismo, pero cree que las piezas se mueven solas, siendo nuestra única responsabilidad decirles (al oído, para que el rival no escuche) hacia dónde deben caminar. Claro está, ellas no moverán ni un pelo (en el caso del caballo, ni una crin), así que hay que armarse de paciencia;
10. Su reloj biológico está funcionando mal, quizás debido al stress o al consumo de alucinógenos baratos. Lo que para uno es una hora, para él es un nanosegundo. Si el ralentizado rival pudiera oír nuestros suspiritos de impaciencia, los escucharía como ronquidos de león, o más graves aún: como gemidos de hipopótamo barítono;
11. No hay rival, no existe. Fuimos víctimas de una jugarreta de la paranoia. Nuestra mente está escindida, el otro no es sino una proyección psicótica de nuestra soledad delirante, ah... Nadie ha aceptado el reto. No hay nadie allí, estamos solos. Y es hora de tomar el psicotrópico;
12. Todo eso combinado. Lo que se dice, un cóctel explosivo.

Bueno, adiós, nos vemos en mi próximo exabrupto.